El brunch, palabro que tan chic suena y que proviene del matrimonio entre breakfast y lunch, es un invento anglosajón que alimenta a los ingleses en las mañanas de domingo desde hace más de un siglo. A España llegó hace años y lo acogimos con los brazos abiertos. Los desayunos tardíos nos pierden. Y más si vienen con su zumo, su café, su fruta, sus tostadas, sus fiambres, etc. Y, por supuesto, sus huevos Benedict o Benedictine.
Estos huevos se acompañan normalmente de unas lonchas de buen jamón cocido marcadas en plancha, para quitarle el frío de la nevera. Nosotros nos hemos levantado rebeldes y lo hemos sustituído por salmón ahumado y unas láminas de aguacate. Pero igualmente podríamos haber usado panceta, espinacas, champiñones,... Al gusto.