Convertir en un bocado exclusivo lo que era una genuina comida popular es una especialidad hipster. Pero quizás no queda otra cuando estamos hablando del lobster roll, un preciado sándwich de bogavante que se popularizó en la década de los 70 en la zona de Nueva Inglaterra, en el noreste de los Estados Unidos.
Aunque, según la Encyclopedia of American Food and Drink, el bocado se sirvió originalmente en un restaurante de Connecticut llamado Perry´s, en 1929, su primera versión era caliente. Nada que ver con el lobster rollactual, una institución en los estados costeros de Nueva Inglaterra.
El lobster roll de Maine, el estado por excelencia para probar el bocado, se sirve en un bollo para perritos calientes que se abre por la parte superior en lugar de por el lateral y tiene lados planos para que pueda tostarse. La carne de langosta por lo general se sirve fría, en lugar de tibia o caliente, y la mayonesa generalmente se esparce dentro del bollo o se mezcla con la carne. No suele llevar muchos más condimentos.
El lobster roll ha sido hasta hace poco un bocadillo eminentemente local, que solo se podía encontrar en Nueva Inglaterra, Canadá y, a lo sumo, Nueva York. Pero una vez que se ha popularizado en la Gran Manzana, se ha ido extendiendo por todo el mundo desarrollado como la pólvora. Y, como no podía ser de otra manera, ha acabado llegando a España, en distintas versiones más o menos ortodoxas.
Parecen bastante fieles al original los lobster roll de 18 Lobster bar (Bilbao) y Lobsterie (Madrid), que esperamos probar algún día, pero el sándwich que hoy nos ocupa es el que se sirve en The Lobstar, un nuevo local de la capital en el gentrificado barrio de Malasaña que centra toda su carta en especialidades de Nueva Inglaterra.
El hot dog marino
Cuentan los responsables de The Lobstar que un equipo de cocineros estadounidenses viajó hasta Madrid para enseñar a sus responsables las técnicas y productos con los que trabajan en sus propios establecimientos.
El bogavante que se emplea para el relleno llega vivo de Canadá y se sacrifica y cocina al vapor en el propio restaurante. Una vez descascarado, se mezcla con una mayonesa especiada y se sirve en un pan de brioche elaborado en el local, que previamente se ha pasado por la plancha con mantequilla. Se decora con un poco de cebollino picado y media pinza de bogavante y se acompaña de patatas o boniato frito, pepinillos dulces y una suerte de kétchup picante.
El bocadillo está muy bueno: es muy jugoso y el brioche (pese a que no es el pan auténtico del plato) le da un toque dulce que le va de maravilla. Ahora bien, es un tipo de fast food de lujo. El sándwich tiene un precio de 19 euros, un coste no muy distinto al de los lobster roll de Maine y, suponemos, obligatorio con este producto, pero que puede resultar excesivo para un “hot dog marino”, como lo definen en el propio restaurante. La ración es correcta, pero no demasiado abundante.
El establecimiento sirve otros bocadillos similares como el shrimp roll, servido en el mismo brioche, pero relleno de langostinos frescos en tempura y una salsa cóctel ligeramente picante, y el crab roll, con carne de cangrejo de concha blanda. La carta incluye también una hamburguesa, en este caso elaborada con carne de pez espada.
Entrantes auténticos
Como entrante optamos por la clam chowder, una sopa de almejas que es otro de los platos icónicos de la cocina de Nueva Inglaterra. Es tradicional servir esta sopa los viernes, pues surgió, precisamente, para evitar comer carne durante la Cuaresma.
La receta de The Lobstar parece bastante fiel a la original. Como han explicado sus cocineros a Directo al Paladar, las almejas se cocinan con leche, con la que se prepara una sopa que lleva también cebolla, apio y patata. No he tenido la suerte de probar el original, pero la sopa que se sirve en The Lobstar, aunque es reconfortante, sabe mucho a leche y patata y muy poco a almeja.
Otros entrantes en la carta son el Lobstar Mac & Cheese, su particular versión del popular plato de macarrones con queso al que añaden carne de bogavante, y las Almejas Casino, unas almejas gratinadas con bacon y panko e ideadas para comer de un bocado.
De postre probamos el donut de sidra, una preparación que, como nos advirtió la camarera, era poco fotogénica, pero muy típica de la cocina de Nueva Inglaterra. La versión auténtica se parece más a una rosquilla, pero la que se sirve en The Lobstar, aunque también va frita, se presenta coronada de un glaseado de manzana y acompañada de coulis de arándano y vainilla con canela. Un postre extremadamente dulce y contundente, demasiado basto, que no deja buen sabor de boca para una comida, por lo demás, disfrutable.
Lo mejor: la carta ofrece especialidades inexistentes en Madrid, el lobster roll está realmente bueno, el local y el servicio son agradables.
Lo peor: el tique medio puede resultar excesivo para una comida que, en su origen, no deja de ser "callejera".
Datos prácticos
Dónde: Calle Carranza, 4 (Madrid)
Precio medio: En torno a 35 euros.
Reservas: 912147057
Horario: Todos los días de la semana de 13:30 a 16:30 y de 20:00 a 00:00h.
Miguel Ayuso
Fuente
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